El Caso IA: ¿quién controla la ética en la inteligencia artificial?
Aquellos que tienen más acceso a los flujos de datos serán los ganadores de esta competencia internacional, sin límites geográficos ni morales. Estados Unidos y China tienen visiones divergentes sobre el orden de datos, privacidad y soberanía del siglo 21.
- T+
- T-
Si alguien cree que la Inteligencia Artificial, IA, está dirigida al servicio de voz de la banca, la identificación del rostro del ser humano o la conducción autónoma, está altamente equivocado. La tecnología hoy puede predecir desde terremotos hasta ofrecer a los enfermos un atención médica mediante las apps Babylon o Ada. Si a la data se le agrega el análisis biométrico del comportamiento humano y la lectura de sus emociones, esta herramienta puede ser fulminante. La pregunta es: ¿quién controla esta carrera sin límites geográficos o éticos y/o morales? Con IA las empresas podrían llegar a ser voraces, intentando tragar al consumidor a través de sus datos.
Aunque el fin es ayudar al desarrollo de las personas y la sociedad, todavía está en la memoria el robot Tay, que en 2016 fue retirado a las horas de su lanzamiento por la agresividad de sus tweets “racistas, machistas y xenófobos”. Por su parte, la robot Sophia, en una conferencia científica le respondió a su propio creador que iba a destruir a la humanidad.
Los ejemplos fallidos suman y siguen, como el primer sistema Deep Mind que fue puesto a competir con otra máquina y demostró acciones muy agresivas contra su contrincante para salir victorioso del juego. Pero los avances continúan y en el MIT reúnen a científicos y psicológos para conseguir que IA sea realmente inteligente.
El director del Laboratorio de Ciencia Cognitiva Computacional, Joshua Tenenbaum, señala que “esperamos construir una máquina que empiece como un bebé y aprenda como un niño. Nuestra investigación explora la ciencia cognitiva porque esto da a los humanos una mayor comprensión instintiva del mundo físico, que no disponen los computadores ni los robots”.
En esta carrera, el PIB mundial puede llegar a ser un 14% mayor en 2030, lo que según PwC, alcanzará alrededor de US$ 15,7 billones. El 42% de esa cifra se generará como consecuencia del incremento de la productividad.
Según Mark Esposito, Terence Tse y Joshua Entsminger, de The Project Syndicate, “es muy relevante que los desarrolladores y los gobiernos se coordinen, de modo que la IA se implemente de forma responsable y segura. Antes la tecnología estaba disponible para un grupo selecto y ahora esta superinteligencia es abierta como un bien público global”.
Datos y talentos
La inteligencia artificial está enmarcándose como una competencia universal destinada a adultos, jóvenes y niños, produciéndose rivalidades no sólo entre compañías, sino incluso entre países. Quien logre el mayor valor en el mercado posiblemente será el vencedor. Las empresas luchan por optimizar sus datos, que hoy valen “oro”, y tener a los profesionales más talentosos, con el objetivo de ganar con el mejor servicio para clientes globales.
La disputa es desigual porque también depende del nivel de desarrollo de cada nación. En Chile, la expresión para la comunidad se traduce en el uso de Waze, cajeros de los supermercados, web de bancos, seguridad, reservas de horas, asistentes telefónicos, plataformas con los clientes, venta de autos y edición de textos. La minería y la industria de la manufactura tienen innovaciones poco reconocidas todavía a nivel público.
En países como EEUU, Francia, Finlandia, China y Emiratos Árabes existen estrategias de IA para impulsar su talento nacional y prepararse mediante programas sociales para los efectos de la automatización en los mercados laborales. Los servicios digitales abordan más del 60% del mercado global y para 2025 se espera que la mitad de todo el valor económico sea desarrollado en el sector de la digitalización.
Para los autores de The Project Syndicate, “un factor relevante para determinar los resultados de la inteligencia artificial será cómo los gobiernos decidan monitorear las aplicaciones, hablamos especialmente de China y Estados Unidos. Entre estos países no sólo existen ideas contrapuestas sobre datos, privacidad y soberanía nacional, sino que también tienen visiones totalmente divergentes de cómo debería ser el orden internacional del siglo 21”.
En su conjunto concluyen que “los flujos de datos se alinean con los límites geográficos de manera incidental. Geopolíticamente, los estados son entidades soberanas, pero en la economía digital, sólo tienen un nombre soberano. La mayor parte del valor económico del futuro no provendrá de bienes y servicios, sino de los datos”.